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1970-1982

Voz en off: Dr. D. Luis Martel Déniz

Vicepresidente y tesorero en ese periodo

Transcripción íntegra del vídeo

En el Colegio éramos unos 500 médicos, porque entre los que ya habían fallecido, como digo yo, se habían incorporado al paisaje, de una manera suave, y los que vivíamos, pues éramos 500. Yo fui el 534 en julio del 60.

Nos solíamos reunir cada 15 días y entonces los temas que se trataban eran con la actividad médica. El tema de la Deontología, porque había mucho intrusismo en aquellos años. Había mucho curandero. Estábamos constituyendo la Comisión de Deontología médica.

Él tenía mucho interés en que se hiciera una buena reglamentación para evitar el intrusismo. La preocupación que tenía Don Valeriano con el tema de la Deontología, que se suprimieran los curanderos, porque en Canarias hubo mucha tendencia en el siglo XIX y a principios del XX a creer más en los curanderos que en los médicos.

Había un curandero que vivía por encima del hospital militar. Y entonces, por encima del hospital militar, había un cirujano que era don Fernando López Tomasetti, que era el director del hospital, y en la planta baja ejercía un curandero al que le llamaban Pepito el Puto. Bueno, Pepito el Puto tenía mucha más clientela que D. Fernando López Tomasetti. Entonces había que luchar contra el intrusismo.

El prestigio de la medicina lo empezó un poco a fraguar la buena medicina pública, que se empezó a hacer a partir del año 63. Yo creo que aquello influyó mucho en que la opinión pública canaria se pusiera a favor de nosotros. Se hizo una buena labor, fue una época de prestigiación, ahí empezó a aumentar el prestigio de la carrera de medicina, al mejorar en los hospitales públicos. Porque la imagen que había del hospital de San Martín, que estaba ya siendo el hospital público canario desde finales del XIX, era un caserón dominado por las monjas y un poco, pudiéramos decir, lúgubre: aquellas salas, aquellos techos enormes, altos y aquellos pasillos enormes...

Y el Pino vino a dar otra imagen. La inauguración del hospital del Pino, la primera operación del Pino la hice yo, que fue en febrero del 63, entonces recuerdo que el Pino, un poco sirvió para difundir la idea de que había un hospital bueno, donde se atendía a la gente y tenía un aspecto limpio.

Don Valeriano se preocupaba mucho por crear la Sociedad de Ciencias Médicas. Nació un poco con la ilusión de que luego los propios especialistas crearan sus respectivas sociedades. De la Sociedad de Ciencias Médicas nacieron la Sociedad de Pediatría, la Sociedad de Ginecología, la de Cirugía General… O sea, se desgajaron una serie de sociedades donde cada grupo de especialistas se reunía y debatía sobre sus problemas.

El tema de la universidad ya empezaba a picar. Queríamos en Las Palmas una universidad, porque estábamos bajo el dominio de La Laguna. Ese era uno de los anhelos que se empezaba a vislumbrar y se tocó en las sesiones nuestras.

La noche del 23-F yo estaba, como siempre, trabajando, estaba anestesiando unas varices en San Roque con el doctor Vicente Cabrera, entonces me llamó la enfermera jefe y me dijo que había habido un incidente, pero que se había resuelto bien. Los dos médicos que lo protagonizaron ya se han incorporado al paisaje, ya no están entre nosotros, han muerto, que era el doctor Alfonso Medina Fernández de Aceytuno, gran cardiólogo, y el doctor Ricardo Rueda, que era el jefe de departamento de ginecología. Uno era muy demócrata, muy de izquierda, don Alfonso Medina, y el otro era muy de derechas, don Ricardo Rueda. Y don Ricardo llevaba un 38 porque se había jubilado como comandante del ejército. Y entonces se puso enfermo un amigo de don Ricardo, del corazón, y lo llevó al Pino. Y resulta que el que estaba de médico de guardia era don Alfonso Medina Fernández Aceytuno y cuando entra Rueda con aquel enfermo, Alfonso va y se asusta. Entonces Ricardo, que era una persona que tenía un sentido del humor muy grande, dice: No vengo a por ti, Alfonso, vengo a que cures a mi amigo, que está enfermo del corazón. Entonces todo terminó con un abrazo.

El que imprime la política del Colegio es el presidente. Vilela es íntimo amigo mío y siempre lo fue desde el principio, desde el año 60.

Nuestro querido amigo Valeriano, recientemente fallecido, era un hombre que se preocupó mucho por el ejercicio de la profesión.