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Exposición de motivos

CAMBIO CLIMÁTICO: 
LOS MÉDICOS NO PUEDEN MIRAR HACIA OTRO LADO

La mayoría de los grandes colectivos profesionales y productivos están evaluando el impacto que su actividad ejerce sobre el cambio climático. Lo hacen a través de la medida más elemental, el cálculo de su huella de carbono. Sin embargo, el mundo sanitario, amparado en el papel benefactor que le reconoce la sociedad, mantiene un bajo nivel de compromiso en cuanto a su responsabilidad con el medioambiente. Muchos se sorprenderán al saber que la gran industria farmacéutica contamina más que los fabricantes de automoción.

Mientras que el concepto de contaminación, o polución, puede limitarse a una zona geográfica determinada, el cambio climático tiene una dimensión universal. Ahora que, como nunca, la pandemia de la COVID-19 ha mostrado a nuestro planeta como una aldea global, tenemos que aprovechar la inercia del momento para repensar nuestra contribución al cambio climático.

La Organización Mundial de la Salud ha hecho un serio llamamiento acerca de las repercusiones del cambio climático sobre la salud humana

La Organización Mundial de la Salud ha hecho un serio llamamiento acerca de las repercusiones del cambio climático sobre la salud humana. El aumento global de la temperatura está desplazando mosquitos, y otros vectores infecciosos, hacia latitudes previamente exentas de enfermedades como la malaria, la meningo-encefalitis de la fiebre del Nilo, el dengue, la enfermedad de Lyme y otras enfermedades de carácter vírico. Precisamente la fiebre del Nilo, una enfermedad hasta ahora desconocida en España, ha arraigado en la provincia de Sevilla y ya se ha cobrado algunas vidas.

Por otra parte, el aumento de alérgenos, potenciados y vehiculizados por las partículas de diésel, están incrementando las enfermedades respiratorias, especialmente el asma. El impacto en el suministro y calidad del agua está aumentando la prevalencia de las enfermedades diarreicas como el cólera. Las olas de calor se relacionan con el agravamiento y la muerte por insuficiencia cardiaca. La degradación ambiental genera migraciones y condiciones extremas de vida con gran impacto sobre la salud mental. Y las catástrofes ambientales, como los grandes incendios forestales explosivos, los ciclones y las inundaciones, aumentan la mortalidad global.

Ninguna profesión tiene la capilaridad social que tiene la medicina. La repercusión que el cambio climático tiene en la salud está fuera de duda y, por tanto, éticamente, no se puede obviar el consejo medioambiental

Ante este escenario, los médicos no podemos ser simples espectadores ni mirar para otro lado. Más allá de nuestro papel como ciudadanos, hemos de encarar el cambio climático desde dos enfoques diferentes: desde nuestra capacidad profesional para influir en el comportamiento humano y desde nuestra responsabilidad como colectivo contaminante. 

Ninguna profesión tiene la capilaridad social que tiene la medicina. En nuestro país, a diario, en sus consultas, el colectivo médico imparte millones de consejos sobre hábitos de vida saludable. La repercusión que el cambio climático tiene en la salud está fuera de duda y, por tanto, éticamente, no se puede obviar el consejo medioambiental. Es más, la credibilidad social del médico le convierte en un actor relevante para difundir el respeto al entorno. Sirvan como ejemplo los miles de consejos dietéticos que los médicos dan a diario, si con ellos consiguiéramos potenciar el consumo de alimentos frescos, de temporada y de proximidad lograríamos un gran impacto en la reducción de la huella global de carbono por evitar numerosas agresiones medioambientales al inducir el ahorro energético en congelación o refrigeración, al disminuir la contaminación por medios de transporte, al evitar conservantes químicos y envases de plástico. Por si esto fuera poco, estos consejos tendrían una valiosa repercusión sobre la autonomía alimentaria local con lo que ello supone de estímulo a nuestra riqueza y sostenibilidad. 

Por otra parte, los médicos, como colectivo, tenemos que ser conscientes de cuánto contribuimos al cambio climático en nuestra labor diaria y cuánto podemos modificarla. Un ejemplo paradigmático es la prescripción de inhaladores presurizados para enfermedades respiratorias. Se estima que cada año se prescriben en España 27.355.000. Sus gases propelentes, de la familia de hidrofluoroalcanos, se encuadran entre los más potentes gases de efecto invernadero y, por tanto, relacionados al calentamiento global. Su uso en nuestro país supone, cada año, el equivalente a 378.000 toneladas de CO​₂. La prestigiosa agencia británica NICE ha publicado que la liberación de gases de efecto invernadero de una sola dosis, dos pulsaciones, de un inhalador presurizado equivale a lo que produce un coche convencional al recorrer 12 Km.

Los médicos, como colectivo, tenemos que ser conscientes de cuánto contribuimos al cambio climático en nuestra labor diaria y cuánto podemos modificarla

La gran mayoría de estos medicamentos también están disponibles, sin gases propelentes, en forma de polvo seco o micro nieblas para inhalar. Cambiar nuestra prescripción a estos últimos resultaría en una gran disminución de nuestra huella de carbono.

Especial contribución al efecto invernadero tienen los gases anestésicos tanto los halogenados que pueden permanecer en la atmósfera hasta 15 años como, especialmente, el óxido nitroso (N​₂O) con una vida de hasta 150 años que le hace 300 veces más agresivo que el CO​₂. Nuestros anestesistas deben ser conocedores del poder contaminante de su profesión y propiciar las anestesias regionales o endovenosas. Además de utilizar equipos de gases con bajos flujos o, en el futuro, gases inertes como el Xenon absolutamente respetuoso con el medioambiente. 

Otro aspecto de la prescripción médica es la generación de residuos. La gran mayoría de la medicación oral viene envasada en láminas plásticas, conocidas como blisters, compuestas de PVC, elemento básico del plástico, y una lámina de aluminio. Otros medicamentos vienen en blisters cien por cien de aluminio. Ambos materiales son altamente contaminantes. El PVC es casi indestructible y su incineración desaconsejada por producir gran cantidad de gases de efecto invernadero, por lo que se aconseja su eliminación por enterramiento. Aunque el PVC puede ser reciclado, presenta una gran dificultad por su combinación con un sinfín de aditivos de los que depende la consistencia, la flexibilidad y otras características de cada objeto de plástico.

Otro aspecto de la prescripción médica es la generación de residuos. La gran mayoría de la medicación oral viene envasada en láminas plásticas, conocidas como blisters, compuestas de PVC

Por su parte, a pesar de su poder contaminante, el aluminio tiene la ventaja de tener mayor facilidad para reciclarse, entrando en el sistema de la economía circular, con lo que se disminuye el expolio de la minería. 

Es hora que los médicos, a igualdad de efecto terapéutico, elijan los formatos menos contaminantes: bien cambiando aerosoles presurizados por otros sin gases propelentes, bien eligiendo dosificaciones con menor número de blisters o bien fármacos con envases más respetuosos con el medio ambiente como los frascos de cristal. 

Existen diversas alternativas para evaluar nuestra responsabilidad individual y colectiva, para saber cuánto contribuimos al deterioro medioambiental y cuánto podemos corregir. En este sentido, debemos preocuparnos por nuestra huella de carbono.

Es hora que los médicos, a igualdad de efecto terapéutico, elijan los formatos menos contaminantes

Los hospitales viven en la paradoja de ser grandes productores de salud a la vez que grandes productores de contaminantes. Se ha vuelto urgente que los hospitales afronten su huella de carbono e intenten disminuirla año tras año. La mayoría del material médico es de tipo desechable y contribuye a una ingente cantidad de residuos plásticos que presentan un doble reto: su manejo como material contaminante y su peligrosidad biológica. 

Convendría que las autoridades sanitarias primaran en los grandes concursos públicos a los fármacos y productos sanitarios más respetuosos con el medioambiente y les exigieran un código de colores, similar al de eficiencia energética, que catalogara su potencial de daño medioambiental. Así, los médicos podrían elegir los productos más respetuosos con el medioambiente ejerciendo una presión que haga reflexionar a la industria farmacéutica y de equipamiento hospitalario para volver al material reutilizable y esterilizable, reciclable o, mejor, biodegradable.